16.06.2015 by
Fotos de Julio Albarrán (cc)
Una crónica fanzinerosa y en primera persona del plural de la mesa 6 del Hackcamp #ReclaimtheCommons del 17 Festival ZEMOS98.
A veces, en la vida, es bueno tener planes descabellados. Imposibles de cumplir. Y cumplirlos. Como, por ejemplo, juntar a nueve [1]. personas de procedencias distintas a pensar y a hacer intensivamente durante tres días. Y en globish: esa versión del inglés que ningún británico entiende. Sentarlas a una mesa. Dejarles material de papelería a mano, una impresora y una fotocopiadora. Dar a esas personas una tarea: crear un fanzine. Un fanzine que aborde un tema tan abstracto y complejo como el que servía de paraguas no solo a nuestra mesa sino al propio festival: #Caring4thecity (Cuidando a la ciudad). Ofú.
Este tipo de espacios mentales y físicos, este mapa sin destino, este plan delirante solo podía darse dentro del contexto excitante que siempre ha significado el Festival ZEMOS98, esa semana marciana del mes de abril que desde hace diecisiete años viene sucediendo en la ciudad de Sevilla y que gracias a la zafiedad (esos sí que no entienden) de la mayoría de las instituciones culturales de la ciudad, ha decidido apearse de la precariedad extenuante y pasar a mejor vida: la buena, la del cuidado.
Además, durante esos tres días pasados en el mundo paralelo que surge en el Centro de las Artes de Sevilla durante todos los festivales, la isla de concentración que constituía la mesa de trabajo de nuestro fanzine estaba rodeada de otras cinco mesas con otros cinco objetivos distintos (no menos descabellados y sexis). Un archipiélago de planes imposibles que habría de llevarse a buen puerto, derivas y marejadas incluidas, si la diosa de los bienes comunes así lo quería, al final de los tres días de concentración.
Y cuando una está atrapada en una isla es bueno reunirse con el resto de los naúfragos a debatir sobre cómo articular un mensaje de llamada al mundo. Como teníamos naranjas, agua, café y tortas de San Martín de Porres, es decir, la retaguardia cubierta (principio mínimo de toda resistencia), nos pudimos emplear bien en asamblearnos para llegar a varios consensos de mínimos, los dos más importantes: de qué hablaríamos cuando hablásemos de cuidar la ciudad y qué idea de fanzine manejaríamos.
Para abordar la primera cuestión empezamos a tirar de la experiencia personal. La subjetividad radical y compartida es un buen camino para levantar un cuerpo común. Empezamos a compartir recuerdos asociados a nuestros comunes urbanos favoritos: una mesa determinada de la British Library, la esquina de un bar de Bilbao, el exterior de una sauna finlandesa, la escuela popular de la Prospe... El objeto de comenzar por la primera persona del singular era, además de paso previo para llegar a un «nosotros», poner en práctica una idea que sirvió de motor durante todo el trabajo: no queríamos explicar la idea del «cuidado de la ciudad», sino contar cómo la vivíamos cada cual. A partir de esos recuerdos, abrimos el debate narrativo (creando pequeñas piezas e historias, imágenes y palabras, collages y diagramas, referencias culturales...) sobre qué hacía de nuestras ciudades ciudades más vivibles y qué amenazaba esa habitabilidad. La idea de la defensa de los comunes, desde el mimo y la protesta, empezó a surgir como fondo temático sobre el que empezar a poner las piezas a dialogar.
Para el segundo consenso, que tenía que ver con el formato, y al despertar del segundo día, una de las naúfragas, la furibunda fanzinerosa Elena Cabrera, en un ejercicio de síntesis y remezcla, propuso una serie de posibles formatos a partir de las ideas surgidas el día: la cosa formal se empezó entonces a formular con claridad. Haríamos un Manual de Instrucciones para revitalizar o mantener los comunes urbanos. ¡Sí! Ya teníamos la botella en la que lanzaríamos nuestro mensaje al resto de islas cercanas, al mundo, a la ciudad, al Guadalquivir... Y como llamados por las primeras señales de humo al exterior, llegaron a nuestra costa para empujar, invitados con saberes insospechados y mágicos como Txelu Balboa, Carolina León, Javier Rodrigo, Nu Rodríguez o Josian Llorente. Y se unieron alrededor de la hoguera.
Una de las páginas interiores de «Regame los Commons»
Así, a lo largo del tercer día, en una de esas coreografías inverosímiles de los procesos colectivos, llenas de tachones, algún bufido, un recomponerse y seguir, tres perdona, un vale, adelante, pásame el Pritt y aquí no ha pasado nada... ¡conseguimos tener acabados veinte ejemplares de Regame los Commons , un Toolkit pa’ Caretakers! Plegados y listos para ser llevados, compartidos, usados y desplegados.
Carmen Maura en la portada, desafiante, en el mítico fotograma de La Ley del Deseo , parece desafiarnos desde la portada y recordarnos el milagro: el haber llegado por los caminos del trabajo colaborativo a ese recuerdo cultural común (ese meme) tan castizo y el haberlo podido compartir con gente que jamás había oído hablar de esa peli ni de esa actriz y que, sin embargo, cuadrara, es la prueba de que podemos entendernos y construir juntas sentido desde la ficción. Así acabó pues nuestro proceso: mensaje creado, insertado, lanzado, exprimido (la experiencia fue extenuante) y listo para surcar los mares más allá de la costa de nuestra fotocopiadora fanzinera. Enseguida llegaron personas del exterior interesadas en leernos y, por lo tanto, salvarnos.
Respecto al suelo de nuestro archipiélago en esos tres días, la emotividad que parecía cruzar todos y cada uno los gestos del festival (por ser los finales), solo apuntar que ZEMOS98 lo ha pillado: mutar o morir. Si el contexto es el nuevo texto, se muere el festival como contenedor, pero ZEMOS98 como (con) texto pervive. ¡Por muchos espacios nuevos donde crear fanzines, juegos , archivos colectivos y otras ideas por venir! We are home. Gracias infinitas.
Notas
[1] María Castelló Solbes, Mauro Castro, Sam Khebizi, Andrew Gryf Paterson, Elena Cabrera, Jaron Rowan, Ricardo Antón, Arantxa Lauzirika y servidora