21.07.2015 by
Fotos por Julio Albarrán (cc)
Toda persona que haya podido asistir a alguno de los festivales ZEMOS98 habrá podido comprobar que son unos días irrepetibles. Conoces gente, vuelves a ver a amigos, aprendes infinidad de cosas, descubres propuestas artísticas experimentales, piensas en común, compartes experiencias... Y cuando se acaba siempre te vuelves a casa con la sensación de cerrar un capítulo de tu vida, muy intenso, como si fuera un mundo entero.
Que este año fuera el último, ese sentimiento ha terminado por convertirse en un desbordamiento, de emociones y de preguntas. Sin duda un desbordamiento que se va a ir canalizando de muchas formas posibles. La energía, como el (h)amor, no se destruye, se transforma. Ahora toca el silencio, algo que no es un vacío sino un elemento básico para construir, como cuando escribes un poema o compones música y sabes que silencio es necesario para tejer la estructura.
En la noche de cierre del la 17 edición del Festival ZEMOS98 estuvieron muy presentes justo esas dos cosas tan esenciales: la poesía y la música. Traída de la mano de artistas que, como ellas mismas explicaron, son parte de la familia de este festival. Personas de gran talento que han ido creciendo en sus diferentes trayectorias profesionales (o mejor dicho pasionales) y que recuerdan con gran cariño su participación en ediciones anteriores. Para muchas de nosotras son artistas ya de referencia que conocíamos gracias a la estupenda programación que cada año nos han brindado, para otras fue el encuentro con algo nuevo, pero para todas fue un acontecimiento en su sentido más deleuziano «el desplazamiento de nuestra sensibilidad», el tipo de experiencia que ansiamos encontrar por su capacidad transformadora.
El anuncio de que Niño de Elche presentaría su nuevo trabajo Voces del Extremo , junto con una banda formada por algunos de los músicos que han participado en el disco, generó grandes expectativas. Pero que, además, se sumaran de teloneros Fran MM Cabeza de Vaca y María Salgado con su espectáculo Hacía un Ruido nos llenó de entusiasmo. Adelanto ya que, como era de esperar, sobrepasaron nuestras previsiones y nos regalaron una de las noches más especiales que probablemente hemos tenido en este festival, o fuera de él, en los últimos años. Quizá porque fuera el último, quizá porque simplemente los invitados eran grandes, pero el Teatro Alameda quedó desbordado entre luces y sombras. Risas y alguna lágrima, rabia y deseo, euforia y calma. Tuve una sensación a mi alrededor, una imagen, como si fuéramos al principio crisálidas adormecidas por la tristeza, o el cansancio, que de repente estallamos en miles de mariposas que nos acariciaron sobrevolando el lugar, hermanadas por el cariño, las palabras y la música: la huella de todo esto que verdaderamente importa.
María y Fran, ofrecieron un espectáculo difícil de encajar en una crónica, porque con ellos el tiempo se enroscó en una serie de loops entrecortados, y porque lo que hacen está fuera, o más allá de las palabras. María Salgado es una poeta imprescindible, por su capacidad de hacer una poesía que habla de los conflictos que nos atraviesan en la actualidad y por, además, hacerlo con un lenguaje (tan)bien sintonizado con nuestro tiempo. Con Fran MM Cabeza de Vaca sucede lo mismo, pero en la composición es capaz de experimentar con diferentes formatos y disciplinas para llevar su trabajo con el sonido a nuevos territorios. No es de extrañar que ambos se encontraran por el camino, no sólo por la conexión habitual entre poesía y música, sino por las cosas que tienen en común y porque es en ese bordear los límites donde se han encontrado. Lo performático, el aura del spoken word o las máquinas en escena son sólo herramientas desde las que dialogar entre significados, ecos, reverberaciones; cosas que no tienen nombre, ni lo buscan, que están muy cerca, que son pequeñas, que están rotas en la memoria y que sólo así, reconfiguradas, cobran una forma para volver a nosotras.
Paco, Niño de Elche, también optó por el extremo, pero a través de las voces. Nos llevó a un plano totalmente distinto, también marcado por la politización de sus contenidos, la resistencia desde este lado, la potencia de lo poético; pero en las canciones. Para las que le conocemos y le admiramos, sabemos que una de sus virtudes es que se rodea de gente muy buena, gente que sabe. Porque si algo le caracteriza son sus inagotables ganas de aprender y de iniciar nuevos proyectos. En este disco se han unido varios elementos definitorios de su desarrollo artístico: su relación con los poetas que cada año se reúnen en Moguer en el encuentro poético «Voces del Extremo», muchos de ellos conocidos por su «poesía de la conciencia» con Antonio Orihuela como elemento aglutinador; y también su vinculación con la escena artística de Sevilla más vanguardista, en este caso Daniel Alonso y Darío del Moral (Pony Bravo) o Raúl Pérez (La Mina). Los músicos que le acompañaban también eran garantía de buen hacer, como son Raúl Cantizano, Javier Mora o Fernando Junquera.
Como bien dice Pedro G. Romero en su texto Bofetada , el cual recomiendo: «No es por nuevo ni por osado por lo que este disco merece la pena. Es por lo necesario», por hablar de «urgencias políticas. De combate incluso»; por mostrar «una evidente toma de partido». Justo lo que necesitábamos en la noche de cierre del festival, en el momento del adiós y del ahora qué. Tan fuerte fue la descarga del concierto que la noche duraría aún varias horas más en las que seguimos organizándonos, disfrutando, pensando juntas, con miradas cómplices y sonrisas llenas de esperanza. En su despedida, Pedro Jiménez dijo, refiriéndose a la decisión de acabar con el festival tomada por el colectivo ZEMOS98, que: «lo matamos nosotros para que no lo hagan ellos». Un sacrificio que transformó en ritual a aquel último concierto y que, inevitablemente, me recordó entre escalofríos aquella popular frase de un flamenco que con toda dignidad y coraje decía: «en mi hambre mando yo».
«Miénteme», canción grabada en directo en el concierto de Niño de Elche en el 17 Festival ZEMOS98.
*El título que da nombre a este texto, «Como si fuera un mundo entero», es una cita extraída de uno de los poemas que recitó María Salgado en Hacia un ruido.